Aunque
la literatura y el periodismo se entrelazaban desde tiempos seculares,
durante muchos años funcionaron separados, cada uno por su lado, por eso
vale la pena recordar experiencias como la del bar La Cueva, en
Barranquilla, donde se reunía García Márquez con sus amigotes costeños
entre los cuales destacaba Álvaro Cepeda Samudio quien, a pesar de ser
creativo de una empresa cervecera, siempre fue asiduo a la literatura.
En La Cueva confluían periodistas y literatos, muchos de ellos fundidos
en ambos oficios, como el propio Gabo, quien trabajaba en el periódico y
ya había publicado cuentos en las páginas literarias. Mientras tanto,
en Venezuela ocurrían movimientos parecidos: Sardio, El Techo de la
Ballena, Tabla Redonda y otros, que luego de sus respectivas divisiones
y/o separaciones confluyeron con la izquierda guerrillera derrotada de
los años sesenta, en la calle Real de Sabana Grande y sus alrededores.
“El
Vagavagar”, como decía Denzil Romero, comenzaba en el Gato Pescador de
Cachi, un húngaro alcoholizado que preparaba un Gulasch delicioso, el
Tic-Tac de Susi, una cariñosa alemana que nos alcahueteaba todo, el
Chicken Bar BQ, La Vesubiana y El Viñedo, pero la parranda activa, donde
el periodismo y la literatura pululaban por las mesas y subían como el
humo de los cigarrillos, era en el Triángulo de Las Bermudas formado por
El Franco’s, El Vecchio Mulino y El Camilo`s aunque, ciertamente, era
un cuadrilátero, porque la Bajada era el llegadero después que cerraban
los demás. De la vieja guardia Caupolicán Ovalles, presidente de la
República del Este, Adriano González León, Salvador Garmendia, Orlando
Araujo, Denzil, Ludovico Silva, Baica Dávalos, Ángel Eduardo Acevedo, El
Chino Valera, Miyó Vestrini, Mary Ferrero, Daniel González “Papote”,
William Osuna, Sael Ibáñez, Gabriel Jiménez Emán, Luis Sutherland y
quién sabe cuántos he dejado en el olvido.
De la banda nuestra
recuerdo, de los jóvenes, a mi compañero sempiterno Nelson Dávila, pero
en lo que se refiere a nuestro tema recuerdo a Carlos Moros, un
brillante periodista y escritor de cuentos que murió en plena cobertura
de la explosión de Tacoa. Pero antes de que se acabe el espacio quería
referirme a que allí convivieron el periodismo y la literatura como
peces en el agua, la crónica diaria se ejercía en una literatura oral
que muchos no recordaremos, pero que quedó eternizada en las miles de
servilletas que se escribieron durante todas aquellas noches.
Allí
todos nos caíamos a embuste y será por eso que Papote está armando el
segundo congreso de los embusteros, a finales de noviembre. Pero ese
tema quedará para una próxima entrega.
Ciudad Ccs
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