sábado, 15 de abril de 2017

La interesante epístola "Consejos para un buen gobierno"

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 En momentos de quietud es cuando el hombre puede ordenar su pensamiento, escuchar lo que dice su espíritu, y tomar las mejores decisiones ante los conflictos que se le presenten en su vida, más aún si tiene la gran responsabilidad de gobernar una nación. Partiendo de esta idea, me parece interesante leer la carta de Ali Ibn Abi Tâlib, dirigida al gobernador Mâlik  Al-Ashtar, Consejos para un buen gobierno, escrito árabe que data más de mil años, y que hoy en día se puede pensar que sus preceptos siguen tan vigentes y tan universales. En esta carta, Ali Ibn Abi expresa sus más sinceros deseos y buenos consejos para que su amigo Mâlik Al-Ashtar pueda ejercer un buen gobierno en Egipto y sus provincias. Todo empieza con un principio fundamental que al parecer suele olvidarse cuando se  está en un ambiente de poder y autoridad, tal vez para muchos sea simplista esta idea o principio, pero incluso en lo simplista se encuentra condensada la verdad: “teme a Dios (...) sobre cualquier cosa”. La palabra temor suele relacionarse con miedo, no obstante su significado va más allá, implica rehusar a hacer algún daño o mal, y en este contexto Ali Ibn Abi desea expresar la importancia de tener respeto, reverencia y obediencia a Dios. De ahí parte todo lo demás; porque del amor que se tenga a Dios, fluirá el amor al prójimo y a ti mismo.

Esta carta está constituida en cuatro (4) partes, que me gustaría detallar a continuación.

La primera parte es una breve introducción; es la intención de Ali de encomendarle una serie de instrucciones a su amigo gobernador, y resaltar la premisa de que cuando el hombre sigue las directivas de Dios y  logra dominar “las pasiones de su alma”, consigue la felicidad.

La segunda parte es un conjunto de acciones que todo gobierno debería aplicar en su nación, independientemente de su creencia religiosa; son instrucciones vinculadas a la justicia en los asuntos de Estado, tales como: sé amable y compasivo con los súbditos; ten una menta abierta y en paz: “haz de tu mente el origen y fuente de buenos pensamientos, buenas intenciones y buenos actos”; no permitas que la vanagloria y el orgullo te dominen; perdona y olvida, sé justo y no usurpes los derechos de la humanidad; adopta “una política que no sea demasiado severa ni demasiado indulgente”, nunca degrades tu dignidad y prestigio, rodéate de gente honesta, piadosa y veraz, que sean consejeros bien intencionados y que busquen el bienestar del pueblo, que no obstruyan tu capacidad para tomar decisiones con firmeza;  permite que tu actitud amable y considerada haga que los súbditos no pierdan la fe en ti. Estos son algunos de los principios que todo gobernador u hombre en autoridad debe ejercer en su mandato.

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La tercera parte trata de las distintas clases de hombres. Es un apartado bien interesante porque todo  gobernador debe velar por el bienestar de todos: soldados del ejército, secretarios de Estado, jueces y magistrados, funcionarios que mantienen la ley y el orden del país, hombres comunes, los comerciantes y, en especial, hace énfasis en el bienestar del pueblo, de la gente olvidada y hasta despreciada, sin recursos, porque “ellos no tienen ningún apoyo (...) por tanto, tú debes llegar a ellos”.  Es una instrucción que para algunos gobiernos suele considerarse una “carga pesada”, porque ignoran las bendiciones que conlleva este encargo, y tal vez porque estén más enfocados en la vanagloria del mundo: “La causa principal de la pobreza es el deseo de sus gobernantes y funcionarios de amasar riquezas y posesiones (...) temen perder sus puestos (...) quieren hacer las mayores cosas en el menor tiempo posible”.(*)

La última parte es el compendio que contiene las órdenes y prohibiciones para el mejor provecho de Mâlik Al-Ashtar. El autor lo resume en dos categorías de gobernantes: el que es temeroso de Dios, por ende, es sincero, diligente y justo; y el que es un miserable, mezquino y egoísta. En efecto, cada gobernador es responsable de su propia felicidad o infelicidad.

Esta epístola, escrita con gran elocuencia, merece ser leída con una mente amplia, sin prejuicios y sin limitarla a una sola religión o ideología; por lo tanto, les invito cordialmente a reflexionar sobre su contenido, tomar  lo bueno y aplicarlo a cualquier área de su vida, porque el verdadero líder no es aquel que viene a este mundo para ser servido sino para servir a los demás.

Y.G. / Post invitado.

(*) Vale acotar que las citas fueron tomadas de la edición de Elhame Shargh, 2009, publicada por la Fundación Cultural Oriente.